viernes, 16 de noviembre de 2007

ALEXANDRA Y SU FANTASMA

Cuando jugamos, volvemos a ser niños y muchas veces nos olvidamos de que cada acción nuestra tiene su consecuencia y cada advertencia, una escarmiento anterior que lo respalda. Atreverse con juegos peligrosos nos puede resultar muy caro…

Alexandra David-Néel fue una niña prodigio de su época, nacida en Francia en 1868, la joven destacó por ser muy habilidosa y de grandes vocaciones. Sus dedicaciones fueron tan variadas como sus inquietudes, las cuales las seguirían a lo largo de su vida, fue cantante de ópera, periodista, exploradora, anarquista, escritora, orientalista, espiritualista y budista. Esas inquietudes que hicieron que Alexandra aprovechara cada instante de su vida no fueron las únicas cosas que la persiguieran a lo largo de su vida.

Sus intereses ideológicos atrajeron a la joven desde el principio, sus famosos sus largas estancias en el Tibet donde adquirió gran conocimiento de los lamas budistas. Alexandra llegó a pasar largos años de enseñanza y, su nervio curioso, la motivaba a querer siempre más, elevar su conocimiento.

En especial, una práctica, un juego peligroso, algo que no debió conocer nunca fue el inicio de su particular infierno. Alexandra se mostró muy interesada por una practica budista denominada creación de un tulpa. Los lamas budistas le advirtieron que era una enseñanza nada recomendable, pues consiste en la creación de un fantasma generado a través de nuestra mente. Alexandra fue advertida de que estas creaciones podían volverse peligrosos o incontrolables. Demasiado tarde, Alexandra estaba fascinada con la idea e ignoró la advertencia de sus educadores.

Bajo la concepción del mundo según los lamas, el universo en el que vivimos es una proyección creada por nosotros mismos, no hay fenómeno que exista si no es concebido por el espíritu humano. Los tulpas son entidades creadas por la mente de los lamas y son generalmente utilizados como esclavos. Son figuras visibles, tangibles, creadas por la imaginación de los iniciados.

Alexandra se alejo del resto de sus compañeros y, una vez aislada de todo, comenzó a concentrarse en dicha práctica. Ella visualizó en su interior lo que quería crear, imaginando un moje de baja estatura y gordo. Quería que fuese alegre y de inocente actitud. Tras una dura sesión, aquella entidad apareció frente a ella.

Aquella entidad era algo así como un robot, sólo realizaba y respondía a los mandatos de su creadora. Con una sonrisa fija en su rostro, el monje accedía sin rechistar a lo que ella le ordenaba. Lamentablemente, no siempre fue así y aquel tulpa comenzó a realizar actividades que no les había sido encomendadas. Tal era la independencia de aquel fantasma de apariencia corpórea que los demás monjes lo confundían con uno más. Su creadora comenzó a sentir miedo, aquella entidad comenzaba a ser un ser con voluntad propia.

A medida que iba siendo más independiente, los rasgos físicos que aquel bonachón monje fantasma fueron cambiando. Su afable sonrisa fue cambiada por otra más pícara, su mirada pasó a ser malévola y nada afable para todos los que convivían con aquel extraño ser. La propia Alexandra comenzó a sentir miedo.

En su libro publicado, Magic and Mysteri in Tibet, Alexandra David-Néel narra los seis duros meses que duró el invertir aquel proceso, conseguir que su creación se desvaneciera. Aquel monje se había hecho insoportable y Alexandra tardó lo suyo antes de conseguir invertir aquel proceso. “No hay nada extraño en el hecho que pueda haber creado mi propia alucinación. Lo interesante es que en estos casos de materialización, otras personas ven las formas de pensamientos creadas.”- declaró la antropóloga cuando posteriormente se le galardonaba con una medalla de oro por La Sociedad Geográfica de Paris y nombrada Caballero de la Legión de Honor.

Los tulpas son la materialización física de nuestros pensamientos y emociones. Cuantos más pensamientos, emociones y creencias se junten, con mayor realidad se mostrará esta materialización.
Alexandra escribió mucho tras su regreso a Paris sobre estas creaciones mentales y otras grandes vivencias que tuvo en el tibet, le llamó también la atención los kilómetros que podían los lamas recorrer sonámbulos sin cansarse.

Como gran luchadora, emprendió un último viaje a sus 100 años para conocer el Himalaya, donde Alexandra buscaba la iluminación rodeada de muchos peregrinos. Sin duda, fue una vida enteramente dedicada al descubrimiento. Tal es el caso de su pasión que Alexandra secundó todo lo demás en su vida. En una de sus estancias en la India, recibió un telegrama que le notifica que su marido ha muerto. El señor había mantenido correspondencia con ella de manera muy asidua, puesto que los viajes de ella siempre lo mantenían distanciado. Cuando Alexandra leyó el telegrama, le dijo a los que le rodeaban en ese momento: “He perdido un maravilloso marido y a mi mejor amigo”. No sabemos si se refería a perderlo porque había muerto o al ser consciente que cuando leía aquello caía en la cuenta de que llevaba veintiocho años sin acercarse a verle. Eso si que es un amor a distancia.

La aventura será mi única razón de ser”- sentenció una vez, antes de sumergirse en un nuevo reto. Alexandra era una mujer de retos, como cuando se propuso pasar dos largos años en una cueva y dedicar todo el tiempo a la meditación. Acompañada únicamente de su maestro, Alexandra aprendió tibetano y el tantrismo budista en una cueva a 4.000 metros de altitud y a punto de morir congelada al sólo llevar una fina túnica de algodón. Pero para ella, todo aquello era excitante. “Será duro, pero increíblemente interesante”- comentó la exploradora a sus amigos antes de meterse en la cueva.

Su resistencia era algo que Alexandra se preparaba concienzudamente, no quería que ninguna práctica no le fuese posible debido a alguna limitación física. Por ello, se preparaba a fondo caminando a diario 40 kilómetros. La antropóloga fue capaz de superar temperaturas extremas, animales salvajes, hambre y enfermedades. “Para aquél que sabe mirar y sentir, cada minuto de esta vida libre y vagabunda es una auténtica gloria” – confesaba emocionada a sus seguidores, disfrazada de mendiga, con la cara ennegrecida por el hollín y el cabello oscurecido con tinta china. Alexandra se preocupaba siempre por pasar desapercibida en sus viajes y recurría a ingeniosos trajes, ¿escondiéndose tal vez de algún tulpa que no hubiese podido eliminar?

Sea como sea, su historia es un ejemplo de lucha y constancia, aunque también un coraje desmedido. Su curiosidad por crear un fantasma, la hizo pasar seis meses infernales, siendo perseguida por un monje de sonrisa malévola. En algunos juegos, es mejor plantarse.


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6 comentarios:

Beth dijo...

Alaaaaa no nos dejes así!!!

Salva dijo...

jejejeje perdona Beth no doy a basto, je, ya está, todo tuyo, je

Beth dijo...

¡Qué mujer más curiosa!...no entiendo como su marido aguantó tanto, porque jamás staba con él, pero bueno...

Salva dijo...

jajajaja la verdad es que sí, yo no entendí muy bien lo de su marido pero mira, rarezas del amor

Anónimo dijo...

Madre mia que historia!!!
como dice la noticia, será dura, pero increiblemente interesante..^^

Salva dijo...

Pues si, la verdad es que la historia de Alexandra daba para eso y más, jejejeje vaya vida más... ¿curiosa?