jueves, 1 de noviembre de 2007

DEDICADO A TODAS LAS ALMAS

Hoy quiero dedicar este artículo a todas las almas, homenaje por ser un día como éste y quiero hacerlo de una manera especial. El relato que vais a leer a continuación le tengo mucho cariño, es lo único que tengo publicado hasta el momento y me enorgullezco mucho de él. Esa publicación, aunque fuese de manera humilde en una revista literaria universitaria, es ese golpe de empuje que le da a todo escritor luchar por su sueño. Pese a las críticas, pese a las adversidades, si algo tiene esta vida es tiempo que debemos de emplear por luchar intensamente por nuestro sueño. Es algo que debemos prometernos a nosotros mismos y nunca olvidarlo.



Una promesa que permanece

Sentado frente a perfectos desconocidos, consumo mi espera con la ignorancia e ingenuidad que siempre me ha caracterizado. La taza tiembla a cada sorbo que doy a un café casi tan amargo como mi paladar al sentir que he esperado suficiente la llegada de algo que sé que no vendrá, pese a que no me importe esperar un poco más. Después de lo que sucedió la última vez que nos vimos, todo pasa a ser falsas esperanzas.

El calor que transmite el contenido hace que caliente la taza a la que acerco mis manos mientras me obligo a mí mismo a no mirar el reloj más. Mientras espero algo que no llegará, miro y me recreo contemplando la alegría de la gente que pasa a mi lado. Hay frente de mí muchas personas que no se detienen, que no pierden la sonrisa. Me gustaría ser como ellos, ser feliz con los bienes materiales que le arrancan la sonrisa. He intentado en más de una ocasión hacer como ellos, distraer mi mente y pensamientos con inertes distracciones. Es un absurdo intento de ser feliz desde que te fuiste.

En realidad, nada cambia esta tarde a todas las demás. Sólo intento que permanezca encendida la llama que tú mismo encendiste en mis venas, arrancándome de las cosas inútiles que antes me hacían reír. Pese a que ahora la cerilla esté mojada y no haya forma de volver a encenderla, esperaré de por vida esa promesa que tú me hiciste y el destino te arrebató. Por muy evidente que sea el que no vayas a volver, nunca dejaré de venir al lugar donde no te dejaron que llegaras, la meta de una carrera que no te dejaron correr. Tu ausencia es para mí como una apuñalada de la que aún muero desangrado.

El tiempo ha pasado como cada tarde en esa misma cafetería a la que vuelvo cada día por estar plasmada de tu esencia. Tú no llegaste a entrar, pero mi deseo de que lo hicieras ha conseguido que cada tarde cruces el abismo que nos separa para tomar café a mi lado y contarme todas esas cosas que sólo a ti te pasaban. Sé que no debería estar así, lo correcto es que haga lo que tú ya no volverás a hacer. Tú no estás y sé que desde donde estés me mandas ánimo y pides que viva por ti. No puedo, soy un cobarde que ha perdido sus zapatillas justo cuando el camino se llena de grava y piedrecítas. No me pidas que siga cuando a ti te da igual, simplemente ya no estás.

Desde que te fuiste, no quiero alegrarme por no tener alguien al que contar mis alegrías, no quiero viajar si no puedo llevarte conmigo, ni tampoco me apetece conocer gente nueva si nadie me va a comprender ni tratar como lo hacías tú. Tras irte sin despedirte, siento dentro de mí que no es posible que te hayas marchado. Me siento hasta enfadado contigo, me has causado mucho dolor pese a no habértelo propuesto. Nunca te perdonaré tu decisión de emprender un viaje sin consultármelo. Lo sé. No hace falta que bajes para decirme que no fue tu culpa, que tampoco era algo que tu deseabas. Lo sé. Lo sé y odio como tú a quien se encaprichó contigo allí arriba y te arrancó de tu mundo sin fijarse que abajo había mucha gente que te quería. No lo puedo olvidar, es indescriptible la sensación que padezco cada vez que me recuerdo que no estás, que no volverás a verme como hacías cada tarde para contarme tus nuevos proyectos y fascinaciones. Puede ser que eso sea lo que más me duela, tener presente que eras tú quien ansiaba por seguir viviendo y yo el que me deprimía sin ni siquiera pensar que el tenerte a mi lado ya era todo un precioso regalo.

Me levanto de la silla viendo que ha pasado otro día más que sumar a esa larga lista de tardes que espero a que cumplas tu promesa. Me prometiste que aquella tarde nos veríamos y hablaríamos de todas esas historias con las que llenábamos nuestras tardes que han pasado a formar parte de un pasado melancólico y nublado tras tu marcha. Como aquella tarde, todas las tardes de mi vida me pasaré sentado en la cafetería esperando hasta que la noche me estremezca con la preocupación. La muerte te arrancó de mi lado. La odio tanto que seguiré luchando por tardar en conocerla.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Con lagrimas en los ojos te digo que es un relato impresionante.
Sinceramente¡no tengo palabras!
para tod@s:
"FeLiZ dIa dE tOdOs LoS sAnToS"

Anónimo dijo...

simplemente GENIAL

Anónimo dijo...

Me ha encantado, ya me contaras a quien le dedicas esto, estoy intrigado. Te felicito, llegas a lo mas hondo. salu2.

Salva dijo...

Muchas gracias a estos buenos comentarios, la verdad es que con este recibimiento me animo a colgar más relatos míos. Gracias, cada comentario es como para mí una de esas sonrisas que llegan bien dentro. Un besote a todos!